lunes, 19 de mayo de 2014

El paso del artesano al artista


El paso del artesano al artista.

La diferenciación entre artesano y artista que hoy podemos tener más o menos clara supuso un gran avance en el pensamiento y en la valoración de estos. 



En la Grecia clásica el concepto de arte provenía de la palabra tékhne entendiendo como arte toda actividad humana que era productiva y dependía de la habilidad, y no de la inspiración, basada en unas normas establecidas. La belleza se interpreta como orden, armonía y proporción. El concepto griego de artesano era amplio (filósofos, pintores, tejedores, musivaras o carpinteros lo eran) y se diferenciaba entre las artes liberales, aquellas que no requerían esfuerzo físico, y la serviles, que sí. Salvo excepciones, no gozaron de ninguna consideración social. Los talleres eran en su mayor parte pequeños, solían estar agrupados por barrios y estaban dedicados a trabajar bajo demanda de una clientela local. El arte griego ya fue admirado por los romanos que lo adaptaron a su tradición y se encargaron de difundirlo, en palabras del poeta Horacio la cautiva Grecia cautivó a su rudo vencedor. El anonimato continuó: el mérito de la obra se atribuía a quien la encargaba, no a su autor. El primer cliente en importancia era el Estado con fines propagandísticos, seguido por la oligarquía y los patricios de las ciudades.
Durante la Edad Media, las artes se encuentran supeditadas a Dios, debido a la visión teocéntrica del mundo, un microcosmos ordenado y jerarquizado. Se empiezan a levantar catedrales, que cada vez serán más altas, gracias a la pericia del magíster y de los canteros. Los artesanos medievales entienden que la belleza es parte del mundo de los sentidos, es decir, si los objetos son bellos, lo son por su espíritu. Igual que en el mundo clásico, se mantienen los barrios: talleres de diversa índole se extienden por las ciudades, desde trabajadores del metal, artesanos de oficios varios o trabajadores de la construcción. Se crean los gremios, que son asociaciones de artesanos del mismo oficio que buscan controlar la cantidad de talleres activos, fomentan un aprendizaje reglado y supervisan tanto la producción, la calidad y precio de las obras de arte como los contratos estableciendo para ello una estricta reglamentación. Estas cofradías se podrían entender como la primera iniciativa "sindical" a la hora de aglutinar trabajadores y velar por sus derechos.
Las artes que gozaban de mayor prestigio eran aquellas que integraban el programa de estudios medieval: Trívium (Gramática, Dialéctica y Retórica) y Quadrivium (Geometría, Aritmética, Astronomía y Música). Las profesiones vinculadas a lo intelectual, como las artes militares, la filosofía y la política, cobraron preeminencia y en el periodo renacentista tendrán un gran auge. 
A finales del medievo, con el incremento de las relaciones comerciales, se desarrollan enclaves estratégicos para el intercambio debido a la confluencia de caminos, como Medina del Campo. Es el marco económico previo al Renacimiento: surge una nueva clase de prósperos hombres de negocios que buscan emplear su dinero como promoción de la cultura y de ellos mismos. Serán los mecenas, nombrados así en recuerdo de Cayo Mecenas protector de poetas como Virgilio y Horacio en época de Augusto.
La nueva concepción del hombre renacentista surge principalmente en Italia. Frente al periodo anterior, el Renacimiento amplia los límites del conocimiento y, buscando una base de educación verdadera, se potencia el aprendizaje del griego para acudir a la fuente primigenia. Se redescubreDe Architectura, un tratado arquitectónico de Marco Vitruvio Polión del siglo I a.C., dividido en diez libros con el cual se sentaron las bases del pensamiento renacentista. Se convierte al hombre en medida de todas las cosas, frente al teocentrismo medieval, los modelos de la antigüedad clásica pasan a ser fuente de inspiración, conciliándolos con el pensamiento cristiano, dándose una secularización de la cultura y el pensamiento humanista. Cambia la manera de ver qué debían ser los artistas: creadores completos, ilustrados, conocedores de su tiempo y de la importancia del pasado, precisos y perfeccionistas, buscadores de la excelencia.
En este periodo revolucionario se aglutinan magníficos humanistas como Leon Battista Alberti tratadista, arquitecto y filósofo; Miguel Ángel Buonarotti pintor, escultor, arquitecto y poeta; Leonardo Da Vinci, intelectual y creador multidisciplinar, entre muchos otros; artistas todos ellos al fin y al cabo.


Morán del Río, Mireia (2014): "El paso del artesano al artista", Revista 'Estudios y Cultura' nº 59, Marzo 2014, publicada por Fundación 1º de Mayo, p. 68-69.